Me han mirado unos ojos que helaban alientos, me han sujetado unas manos que reclamaban tenues los latidos. La veía llegar desde el horizonte con ese halo ensordecedor de quien no tiene nada por delante, cabalgando salvaje e inexorable hacia quién porta en su sello, la ignorancia. Y ahora sé, que por mucho que la vida duela, que por mucho que la jara ya no se doble al viento, que por mucho que el viento no me traiga tu voz de todas las veces en un pañuelo . Que por mucho que lo que vea no sea todo lo que es, que por mucho que salvajemente diese zancadas a la ignorancia. Sea, justamente esta, la que me haga recordar que desgarre la puerta para entrar al mundo. Que el mundo no entiende de dolor, que no sólo duele lo que toca, que el dolor es inevitable, que lo inevitable es no reír. Que para reír hay que tener, que para tener hay que dej...
Funambulista de versos sin terminar, a medio camino entre poesía y realidad.