Era sábado de resaca
y se juntaba con la fiesta de por la noche.
Era cuando el Sol pillaba a la Luna
a medio camino,
antes de esconderse.
Eran farolas una noche de verano
y los mosquitos alrededor de ellas
y la brisa caliente
y los gritos de los niños de fondo
y los ancianos con sus sillas
en primera línea
[de calle
La vida nunca supo bien,
es más, tenía ese sabor entre
amargo
y
ácido,
como cuando te tomas tequila y limón.
Daba resaca y seguías en ella,
porque la diversión de esos momentos
valía más que todas
las
putas
penas
del día siguiente.
Lo jodido era cuando la balanza
dejaba de serlo,
y lo que empezaba a pesar,
ya no eran las ojeras,
sino todas las caricias que no diste,
las lágrimas de los ojos que no secaste,
las risas que no mordiste y
los labios del pecado
que probaste tantas veces
que acabaste envenenado.
Joder, la vida no son dos días,
porque tú eras más de impares,
de contradicciones escritas en la mesa
a
cualquier
hora
de
clase,
de suspiros a ventanas ya empañadas,
de amor a contrarreloj
y de follar a prisa.
¡Y qué bien lo hacíamos siempre!
Nunca se nos dieron bien las Mates,
porque la vida va sin cálculos,
a quinta en una moto destartalada,
que ruge cuando te acercas a la entrepierna,
y echa el humo de todos los cigarros de después
de los que rugiéramos fuéramos no s otros.
Iba viento en popa, a toda vela,
pero el aire si que cortaba,
quizás por todas las hojas de papel que lanzaste,
aunque más tarde las quemaras,
por eso de esa peli que tanto te gustaba.
La vida no eran subidas y bajadas,
era una puta carretera
con
más
curvas
que
tu cintura.
Y acabó pasando que, en vez de estrellarnos,
paramos la moto,
me bajé en el ombligo,
y la lengua hizo su recorrido natural.
Como tonto pensé que lo dulce
debía esconderse allí,
pero como la vida
eso tampoco era de un sólo sabor,
y lo dulce creó adicción
y la adicción amargó
cuando te fuiste.
Comentarios
Publicar un comentario