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Mostrando entradas de abril, 2017

Literatura de ti

Déjame escribirte en versos, leerte en braile y escucharte en estéreo. Déjate meter en vena amor de aluminio, cantar sirenas que anuncian delirio, inventar cenas en las que seas vino. Tinto. Para ser la sangre y la borrachera del delito. Delinco y cumplo condena en la libertad de tus penas. Soy ladrón de guante blanco que no deja ni remite ni reseña. Escríbeme a tu dirección opuesta, e intenta encontrarme siempre por debajo de la mesa. Búscame en una noche sin luna gritandole al vacío que ya no hay pero, espero, que te haga sudar de frío. Que no sientes calor en un abrazo, y que el mar de tejados de tu ciudad ya no te hace sentir en casa. Que cada amenaza de una noche más sin mi, es una esperanza de menos en tu baúl particular de recuerdos. Que rezas a las estrellas habiendo sido siempre atea. Que te creí mi Atenea y no hay mito griego que se te pudiese comparar. Que te deshaces en la cama surcando mareas de Sol. Que miras alrededor y no encuentra

Doble o nada

Te recuerdo que "nunca" es el siempre de los cobardes, que todo lo que ahora arde es el ayer que pierdo. Apuesto a que el trébol de tres hojas no conoce la suerte, y yo que te tuve delante ni siquiera supe verte. Sé de gatos negros que he sabido querer, de siete pasos que di hacia delante una tarde de verano sin sed, de besos debajo de la escalera un miércoles 14 cualquiera. Bendita mala suerte la de conocerte sin querer. Benditos dados que me han llevado a tu cama otra vez. Allí te perseguí hasta quedarme dormido, y escucha lo que digo, no hay abrigo si soy yo el que navega en tu ombligo. Contigo. La Luna nos sigue mirando, y no encuentra vía que nos haga salir del andén del deseo. No te creo si me dices que cogiste trenes para ser estación en los brazos de alguien. Y tú sin saber, que el billete de ida escondía una vuelta a mí para no volver. 

Toco madera

Corté instantes con el filo de la felicidad. Pedaleé a ciegas  en un camino de piedras sin ti. Luché contra la duda de si tu alma desnuda seguía queriendo vestirse de mí. Cogí con pinzas tus ojeras, nos bebimos borracheras  y ganas de vivir. Saltamos al vacío pendiendo del hilo de tu sonrisa sinfín. Subimos a pulso cada uno de nuestros impulsos y todo lo que fuimos e hice por ti. Mañana  ya no habrá reproches, ya no quedarán noches en las que te olvides de mí.  Mañana ya no habrá escote que pueda (a)pagar mis ganas, que no son nada, si no eres tú  la que me las arranca de raíz.  Pero sabes que siempre mientras haya calor seguiré queriendo ser hoguera, y tu a mi vera para ser la leña que cuida de mí . Y que prende velas que no es sino  la cera que me hace dejarte de oír. 

Echarse de más.

Era de noches a secas, de días lluviosos y de eternidades que pendían de sus pestañas. Mataba por lo que quería y moría queriendo; porque cada paso que el corazón le daba en dirección opuesta a la que un día decidió tomar, era una copa de más  en una noche en la que se echaba de menos. A sí misma.

Geográficamente, tú.

He desatado los cabos de tu geografía y no me atrevo a mirarte si no es en la desnudez de tus sábanas blancas. Me he perdido en tus lunares, que eran Sol los días de lluvia. He rozado tu piel corazón con corazón.  Te he visto amanecer con cien legañas en los ojos y, amor,  eso sí que vale oro y no todos estos ciegos locos. He descubierto un paraíso  en tu cabeza, quizás con la certeza  de que eres jungla ahí dentro. Me he bañado en tus mejillas. He rozado de puntillas  la comisura de unos labios infantiles. He jugado,  lo confieso, a ser yo  en un mar de besos. He besado tus inseguridades con lengua de anarquía. He caído en la osadía  de quererte más que a la libertad. Y no me arrepiento, ya no hay lamento  que calle todos los gritos de amor que lanzaste contra las paredes de la habitación.  Ya no hay alcohol  que me haga olvidarme de ti. Ni resaca en la que no te piense. No hay agua que sacie  mis ganas de ti. Eres mar en desierto. Y no sé lo que es peor. Sobrevuelo tu mirada y creo h

Llueve

Había lágrimas  que caían desnudas y tristes por lo transparente de un amanecer bañado  en gris. Había leguas de camino por recorrer pero las ganas las teníamos intactas. Sin tocar, acabamos jugando a la melodía de querernos. Nunca hubo corchea  que sujetara nuestras manos, ni silencio más grande  que el de no querer decir nada. Porque hay silencios que hablan cuando ni los suspiros se atreven a aparecer por la ventana. Yo no aprendí a bailar bajo la lluvia, pero aprendí a quererla. Cuántas veces. Cuántas veces hizo mi boca saciable las ganas de ti. Qué poco.  Qué poco duró el frío en esa tapia blanca. Aún hoy, y tras meses sin haber dejado de colorear de rojo el cielo de tus ojos, me pregunto si todos los intentos,  los ensayos de respuesta y error,  los pies de puntilla  sobre la verdad, no eran más que notas sonando en lo agudo del espacio. Y ayer,  que ya desistí  porque amarillo tuviera lugar en la paleta de colores, me pinto a mí,  sólo, pero con las mismas ganas de verte aquí. 

Madrid

Voy en tren a ninguna parte. Y parto de la idea de que sin ella no hay estación en la que parar. Todavía oigo el altavoz de su mirada diciendo que no me perdonaría. Ya no tengo donde sentarme y sentirme a gusto. Así que me agarro a la barra y pido un trago más. Más. Hasta que queme. Hasta que tus recuerdos sean la ceniza de todos los cigarros que nunca fumamos, porque los vicios saben mejor en formato persona. Sigo en Madrid,  buscando la calle estrecha donde nos besamos. Pero todas me parecen iguales. Ya no estás tú.  Ya no hay Retiro que suponga descanso ni Gran Vía que invite a besar. Ya no hay cuatro torres en el cielo. Porque no se ven. Porque no ha habido día desde que te fuiste de mis sábanas, que haya vuelto a haber amanacer o, al menos,  que yo lo haya visto. El Palacio de Cristal se rompió. Me dicen que no era transparente.  Que las lágrimas lo empañaban  desde que ya no estamos juntos. Que Cibeles se ha ido con Neptuno  a París. Que dicen que alli todavía existe el amor. ¡Qu

Lujuria

Me perdí en sus piernas como un tonto se pierde  en las páginas de su libro favorito. Unos ávidos de historias otros del frenético, fanático deseo de querer. De querer matando, de morir queriendo. Cada uno de sus lunares y cada uno de sus vicios. Incontrolables, exahustos del frenesí. Acabamos aullando a la luna que esa noche nos durara una eternidad más.  Sabíamos de lo efímero de lo frágil,  de lo delicado.  Y apostomas fuerte,   con ganas,  con determinación. Salimos de la realidad de esas cuatro paredes paralelas, un mundo en el que ni Einstein ni Hawkins se habían atrevido a relativizar. Allí todo era lujuria, pasión y vida. Sobre todo vida. Y nos encontramos un mundo sucio y frío. Llano en las emociones y en los sentidos. Cerramos la puerta y volvimos a amar.  Como sólo dos almas rotas se aman. Recomponiendo sus pedazos.

Abuela

Faltaron sueños por cumplir, caricias a deshora y besos en hora punta. Y vaya puta, la vida digo. Que abraza en su seno el ultimo agosto del corazón marchito por dentro. Las arrugas que dibujaban su cara no eran heridas de bala, eran momentos grabados a fuego lento. Raudo se paso el tiempo que tuvimos para vernos. La plata que le caía era símbolo de su riqueza. El mar en su pupila parecía una ironía sobre lo que habia sido su vida. Las manos ya cansadas abrazaban tan fuerte que daban refugio. Ella era hogar y hoguera, calor y cobijo mi sol y mi luna la mujer certera.

1000xhora

Era sábado de resaca y se juntaba con la fiesta de por la noche. Era cuando el Sol pillaba a la Luna a medio camino,  antes de esconderse. Eran farolas una noche de verano y los mosquitos alrededor de ellas y la brisa caliente y los gritos de los niños de fondo y los ancianos con sus sillas en primera línea                        [de calle La vida nunca supo bien, es más, tenía ese sabor entre amargo y  ácido,  como cuando te tomas tequila y limón. Daba resaca y seguías en ella, porque la diversión de esos momentos  valía más que todas las  putas penas  del día siguiente. Lo jodido era cuando la balanza  dejaba de serlo, y lo que empezaba a pesar, ya no eran las ojeras, sino todas las caricias que no diste, las lágrimas de los ojos que no secaste,  las risas que no mordiste y los labios del pecado  que probaste tantas veces que acabaste envenenado. Joder, la vida no son dos días, porque tú eras más de impare