2 de la madrugada: te acababas de ir dejando un rastro de pisadas absurdamente delicadas hacia la salida de emergencia. ¿Cómo entender el abandono cuando emergían de tus dedos palabras irreconciliables con la partida? Con la luz apagada las lágrimas sonaban más amargas, el dolor se prometía más privado y un eco inhabitado como de otros tiempos, en los que la felicidad se intuía remotamente corpórea, me recordaba que dije muy bajo todo lo que sentí para que todo lo que reverberase después del final fuese inaudible. Había pronunciado tantas veces tu nombre, a saber: a duras penas como reclamo incomprendido, incesante como quien descubre, con la virtud paulatinamente desarrollada, que el vocativo es de una belleza tan precisamente custodiada que pareciese haber estado esperando sin desgaste a ser usado en mis manos; con una trascendencia sólo imaginable para quien te observa confesandote humano... que suponer ese compendio de letras, esa amalgama de significado, ese ser intangible por e
Quiéreme como si no te lo estuviese rogando, como si no estuviese tiritando de miedo en cada esquina y tú no me hubieses incluido en la lista de mendigos a los que la gente mira de reojo por si acaso la tristeza les contagiara. Niégame tres veces, he ahorcado al gallo y a mis entrañas y me he jurado ante un almacén de pena y noche que esta será la última que broten adioses improvistos en mis ojeras. Dime qué pasa si no pasa nada, si me desvanezco entre tus ganas y la ceniza se recrea en el hueco en el que han dejado de sonar tus palabras. Cuéntame cómo edificaste cada posibilidad para después despoblarla de intención mientras yo cierro los ojos y finjo que me duermo en algún pasado que me sacrifique la realidad. Escúpeme los motivos, tengo una prisa desgastada en las manos anhelando limpiar la devastación, queriéndote por encima del miedo a querer. Mátame la inspiración, desescríbeme las letras que te traigo tatuadas hasta que la piel se deshaga al contacto y no me queden grit